Nos encontraríamos por primera
vez, en un lugar poco convencional. Queríamos hacer algo que normalmente, no
haríamos. Yo –@Hijademimadre– sugerí el
Mercado del Marisco, sobre el malecón como punto de encuentro pues a @Porteña
le fascina el mar y no estaba segura de qué tan solventes eran las otras dos. @GingerAlex
como que no estaba muy entusiasmada—siempre pensé que era como medio yeyesita—pero
al final la convencimos. Sería como a
las dos de la tarde.
Yo ya había hecho una pregira,
para conocer los alrededores. Como resultado, recomendé varias
previsiones. Primero que nada el uso de
zapatillas viejas, pues el piso está mojado por el deshielo de los mariscos que
van y vienen. Capris, por las mismas
razones. Debíamos llevar nuestro propio hielo, porque las Coca-Colas no estaban
lo suficientemente frías para mi gusto y obvio que no nos íbamos a poner exigentes
con los tenderos. Ya suficiente era conseguir un ceviche de langostinos enormes
por un precio de baratillo. Era una
lástima que no pudiéramos acompañarlos con unas cervezas frías, pero no servir licor
en el mercado, era una idea acertada. Les comenté que no me gustaba la bachata
que tocaban en los puestitos de ceviche, así que llevamos un CD player viejo
con la discografía de Sabina y canciones
de los ochenta, convertidas a mp3 desde Youtube. El muchacho que atendía el
puesto, me dijo que con mucho gusto, que no había ningún problema. Que no me
olvidara de que ellos eran “Ceviches Archie”.
Durante el tiempo como tuiteras,
hablamos de todo y de nada al mismo tiempo. Así son las redes sociales. Lo que
pasa es que en esta ciudad, uno como que no se atreve a hablar con el de a lado,
como no sea para recordarle a su madre por la manera que tiene de manejar.
Caminamos como zombis, sin confiar en nadie, sin mirarnos a los ojos, ni darnos
los buenosdías. Le tenemos terror al tiempo libre. Al no hacer nada. O a que
nos vuelvan a romper el corazón.
Hablamos un par de veces de Ryan
Gosslin. A @Porteña tuvimos que recomendarle un par de películas porque no lo
conocía, pero le terminó gustando. La pobre no había visto “The Notebook”. Si
alguna hubiera salido con algo como Clooney o DiCaprio, no habría logrado ser
parte del clan. Yo detesto hacer
ejercicio, pero @GingerAlex hace Crossfit y @Porteña al menos camina.
Parecíamos no tener mayores problemas con Dios, pero @Porteña tenía unas ideas
como paganas y a @GingerAlex le fascinaba hablar de sexo. Yo hasta me sonrojaba al leer sus tuits. No
seguíamos a la misma gente. Cada una tenía sus propios dramas. Pero, normal,
nada que indicara que alguna fuera psicópata o asesina en serie, ni una intensa
insoportable. A veces, cuando escuchaba las canciones que ellas decían que eran
sus favoritas, las recordaba. ¿Cómo recordar a amigas que no conoces? Pues así nada más. Realmente no hablábamos de
cosas personales. No sabíamos de los tejemenejes diarios de la otra. Pero sí
cómo funcionaban nuestras mentes. Las cosas que pensábamos sin filtros. Las
pequeñeces que nos hacían reír y lo superficiales o sarcásticas que podríamos
llegar a ser si nos lo proponíamos.
Quizás ellas no lo confiesen,
pero yo contaba los días y los minutos para conocerlas. Como el primer día de
escuela. Yo estaba realmente emocionada por el encuentro. Sentía cómo me latía
el corazón con fuerza mientras las esperaba sentada en una silla de aluminio,
en el puestito de Archie bajo una coqueta sombrilla naranja. El olor a mar era casi visible. Sería tan
divertido conocer a mis ciberamigas finalmente.
Por un chiste privado, que no viene
al caso, decidimos que el código para conocernos entre nosotras, al llegar al
lugar de encuentro, sería llevar una chácara indígena cruzada en el pecho.
Requisito mínimo de cualquier cita a ciegas. Y como bono, cada una debía lucir
su cabello al natural, era parte del rito de Twitter: quitarse las máscaras.
Quizás fue por este detalle que
la sorpresa tardó en llegar. Porque nuestras siluetas eran desconocidas a
distancia, dados los esponjosos cabellos que lucíamos.
Llegaron al mismo tiempo desde
lados opuestos del pasillo que bordea el Mercado. Ambas venían embebidas en las
pantallas de sus teléfonos “inteligentes”, mientras yo las veía acercarse sin
ver sus rostros. Al fin conocería a @Porteña y a @GingerAlex. Mi teléfono timbraba con sus
mensajitos, pues nos asegurábamos de que la otra ya estuviera cerca, para no pasar la pena de estar solas tanto tiempo. Levantamos las manos para saludar de lejos.
A los pocos metros me di cuenta.
Eran mis hermanas Anita y Paola que
venían, muertas de la risa, con sus zapatillas viejas, sus capris y con sendas
chácaras atravesadas en el pecho.
I love you. That is all. jajajajaa.
ResponderEliminarBuenazo!
ResponderEliminarY así suelen ser estas cosas @KMdeB
ResponderEliminarMuy bueno, muchas gracias ;)
ResponderEliminarMuy bueno te felicito, lo hicistes tuyo! jeje saludos.
ResponderEliminarPd. Sucedio en realidad o es solo un cuento, jejeje