domingo, 12 de agosto de 2012

My Brit little story... #London2012

La verdad sobre Shakespeare

“Y si eso es falso y fuera en mi probado,
ni yo he escrito jamás ni nadie ha amado.”

WILLIAM SHAKESPEARE, No admito

No sé por qué razón estás leyendo estas líneas. Sinceramente no me interesa. Pero este oficio es solitario y a veces no está de más un poco de desahogo, de contar la historia real. Más aún si se hace frente a un desconocido. Aunque pues bueno, tú no me eres tan desconocido. De hecho estoy capacitada para reconocer tu patrón personal desde el inicio de los tiempos. No creo caber en el concepto de nada de lo que conoces, así que vamos a asumir que soy alguna clase de ser. Un ángel. Un hada. Recuerdas aquello de que todos hemos venido al mundo con un propósito. Es cierto. La diferencia entre un humano y un ser como yo es que los humanos no lo saben y se pasan toda la vida buscándolo. Yo sé el mío y pasaré toda la eternidad cumpliéndolo. O al menos mientras exista vida en el planeta Tierra.
Fui creada por algo que no entiendo muy bien. Creo que en eso no difiero mucho de ustedes, los humanos. Lo que sí entendí desde la primera vez que pude experimentar contacto con ustedes fue la razón para la que se me pensó. A continuación me declararé culpable de una serie de acciones horrendas o tontas, dependiendo de cómo te hayan afectado. Todo depende de lo que hayas creído o dejado de creer. Todo depende de lo que hayas hecho después de haber sentido mi arte extraño.
Deberías saber que hablo todos los idiomas del mundo y conozco a todo el que ha dicho algo durante toda la historia de la Humanidad. Voy por todos lados, pero en donde más cómodo me siento es en las salas de redacción los medios de comunicación. Si bien es cierto que antes de ellos hacía mi trabajo muy bien, la imprenta, los periódicos, la televisión y el Internet han sido potenciadores de mis capacidades de divulgación.
Soy responsable por todos los rumores, habidos y por haber desde el principio de los tiempos. El conejito de Pascua, el Chupacabras, los dientes de madera de George Washington, los pitufos que ahorcaban a los niños de noche, que el mismo Leonardo Da Vinci era el modelo de la Monalisa, Procter and Gamble y su pacto con el Diablo, los baños de Cleopatra en leche de cabra, el asesinato de Marilyn, la llegada del hombre a luna, entre una amplia gama de teorías de conspiración.
He de confesar que hay un trabajo del que me siento particularmente orgullosa. Sí, soy lo que ustedes los humanos llamarían “una entidad femenina”. Bueno, como te decía que hubo una intromisión especialmente satisfactoria para mí. Se me dio patente de corso para hacer lo que se me viniera en gana. Podía escoger entrar al mundo usando la figura que me apeteciera, de manera ilimitada, por el tiempo necesario sin salirme del ciclo de vida razonable de un ser humano. Las instrucciones eran que no escatimara en desplegar todos mis talentos y engañar a los hombres sin límites.
No fue fácil, lo admito. Había muchas posibilidades. Podía escoger cualquier época, en cualquier lugar, bajo cualesquiera condiciones.
Decidí meterme con la raíz del ego de la raza, en una época insólita, y hacer algo de lo que los seres humanos siguieran hablando por siempre jamás, hasta el final de los tiempos. Generé a un personaje misterioso, sin origen cierto, que hiciera felices a los hombres de ser mortales en vez de dioses. Sería un artista capaz de captar todas las posibles emociones e imágenes de la psiquis humana. Tendría conocimiento de todo lo que le antecediera y conciencia de todo lo que estaba por venir. Sus escritos no tendrían tiempo ni espacio. Sería inmortal, siendo mortal. Estaría presente en la mente de la gente antes de que ellos se dieran cuenta, como por instinto. De mis creaciones se derivarían algunos refranes populares, que describieran ideas universales (¿Te suena mucho ruido y pocas nueces?). Sería un famoso pueblerino que supiera de todo y en cuyo espejo la gente de todas las épocas se viera reflejada. Un sabio. Lo peor de todo sería que ellos se siguieran creyendo capaces de alcanzar la perfección en un arte, aunque fuera en un solo representante de su raza.
Y así decidí el siglo 15 después de Cristo, donde todo estaba por descubrirse.
Y decidí ser súbdito de al reina Isabel, naciendo en Stratford-upon Avon, Inglaterra.
Y la respuesta a la autopregunta de Hamlet es obvia:
¡Ser!

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