miércoles, 7 de marzo de 2012

2045

14 de noviembre, 6:45 a.m.
Andrea abre los ojos cuando su sueño es suavemente interrumpido
por la música del despertador secuencial, diseñado para
reducir al mínimo el sobresalto causado con la interrupción del
descanso. El despertador está conectado al sistema de luces del
apartamento: al tiempo que vibra, va graduando la luminosidad de
la habitación, de modo que las pupilas de Andrea se acostumbran
poco a poco al nuevo día. La alarma también está sincronizada con
el sistema de sonido del apartamento. Andrea prefiere despertarse
con los clásicos de los 90’s y los 10’s del siglo pasado.
Luego de una ducha rápida, revisa su agenda en el baño
buscando los niveles hormonales de ese día. El resultado de la
lectura le indica la combinación de medicinas que debe tomar para
anular cualquier indicio de irritabilidad o descontrol. — ¿Cómo
vivía mi mamá sin esto? — se pregunta mientras toma las pastillas
del surtidor y se las traga con un vaso de agua, de esos que, cuando
se caen se parten en cuadritos no cortantes.
Andrea se coloca las cremas con filtro solar para neutralizar
los horribles efectos del sol de verano, y camina hacia su armario.
Elige uno de sus uniformes gubernamentales — un sobrio traje
azul marino, de esos que no sabes si es negro, pero que en realidad
no importa — y se viste rápidamente. Su maquillaje clásico,
conservador, — recuerda las tendencias de la moda de mediados
del siglo XX: énfasis en ojos y labios, un estilo minimalista, pero
encantador, que es lo que se está llevando ahora, como evocando
a la mítica Marilyn Monroe.
Andrea es tan delgada como se puede ser sin verse enferma.
Se mira al espejo de cuerpo entero de la sala mientras le da los
últimos toques a su atuendo. Se encuentra lista para un día típico.
Está contenta con lo que ve.
Con el tiempo medido, pasa por la cocina y se toma los
suplementos vitamínicos, supresores de apetito y minerales que
corresponden a sus niveles químicos del día, dispensa agua caliente
y pone una bolsita de té en su taza de gatitos. Las bocinas de la
cocina le recuerdan su agenda para ese día.
1. Pasar por la clínica, revisar las ecografías, firmar el libro
de visitas, conversar con Claudia y cancelar el mes correspondiente.
— Son cinco meses — piensa Andrea para sus adentros
2. Mensaje de Luis Alejandro:
— Me encantas, te mando un beso. Suerte en la clínica,
me cuentas cómo te fue.
3. Reunión a las 9 A.M. en el Ministerio. Revisión del Plan
de Estudios Sociales de Quinto Grado. — Tengo suficiente que
hacer para todo el día.
Tras sorber el té caliente y darle un último vistazo a su estampa
envidiable, Andrea localiza su tarjetero de seguridad, cierra
tras de sí la puerta del apartamento.
Ya en la calle decide que no quiere llevarse el carro y opta
por subir al recién estrenado Metro Vía Europa — Centro Hospitalario
— Ciudad Ministerial. Mientras atraviesa la ciudad lee un
libro de historias fantásticas.
Cuando el parlante anuncia la parada de Centro Hospitalario,
Andrea levanta la vista de su libro. Rápidamente se baja del
Metro justo frente a un edificio con la apariencia de un hotel lujoso.
Fuera de la enorme instalación, un monolito anuncia en grandes
letras doradas “Clínica #0012” y en letras más pequeñas debajo dice
“Fundada bajo la Ley Familiar de 25 de marzo de 2019”.
Andrea avanza por el registro y pide al recepcionista su
audiencia programada con Claudia 17 en la habitación 283. La
enfermera encargada le pide los documentos holográficos de identificación
y, tras unos minutos de espera, el amable recepcionista
le entrega una hoja de control y una placa de proyección que ella
revisa con una amplia sonrisa. ¡Está tan emocionada….! La
lectura de los controles es satisfactoria. Al analizar la placa de
proyección con audio, mientras espera ser recibida por Claudia, no
puede menos que pensar:
— Me encanta este siglo.
El recepcionista le pide que entre al cubículo del intercomunicador.
— Puede usted pasar al apartado de comunicación. Claudia
17 está preparada para la entrevista quincenal.
Sentada frente a la pantalla del intercomunicador como
quien se halla en confesionario, tanto Andrea como Claudia 17
inician la conversación que pueden sostener dos viejas amigas
sobre un tema importante. Hablan de salud, de sueños y del futuro
durante algunos minutos. El rostro de Claudia 17 siempre será un
secreto para Andrea. No hay que crear vínculos.
A Andrea le parece conocer los pensamientos de aquella
mujer a la que nunca conocerá, pero gracias a la cual su existencia
se hace mucho más fácil que la de sus antepasadas.
Tras los treinta minutos quincenales reglamentarios, ya
hacia las 8 de la mañana de un soleado noviembre, Andrea registra
su salida de la Clínica y hace el pago del mes. Le parece un intercambio
justo con su género. Emociones por participación activa e
ilimitada en la sociedad. Le ha tomado menos de una hora ponerse
al día del proceso. Asunto resuelto.
Quince minutos después de su reunión con Claudia 17, Andrea
entra al flamante edificio clásico del Ministerio de Ciencias Educativas.
Los nuevos edificios Ministeriales mezclan armoniosamente
economía y buen gusto. El sector está limpio; se han superado
muchas de las carencias de treinta años atrás.
Ahora trabajar en el Gobierno es un símbolo de status y de
extrema selectividad. Si bien los sueldos en moneda de la Comunidad
Latino Americana no son los más altos del mercado, el grado
de profesionalismo exigido garantiza que el mejor elemento académico
de la nueva organización social atiende los asuntos públicos.
A sus 29 años Andrea trabajaba en el sector de replanteamiento
educacional. Hija de profesionales, tiene dos licenciaturas
paralelas: una en psicología infantil y otra en historia, dos maestrías
y un post-grado en Accesoriedad, la nueva tendencia. Habla español,
inglés global, inglés tradicional e italiano. Está casada desde
hace un año con Luis Alejandro bajo la nueva Ley familiar. Puede
considerarse a sí misma como una mujer realizada.
La mezcla de alta preparación académica y la institucionalización
del control hormonal en la nueva Organización Social del
país han abierto de par en par las puertas a la mujer en todos los
sentidos. Al demoler las murallas emocionales que impedían su
desarrollo y establecer el tan anhelado nivel de igualdad con los
hombres en todos los aspectos, la liberación ha alcanzado niveles
de éxito jamás esperados por las primeras defensoras de los derechos
de la mujer.
— El mundo ha cambiado tanto en los últimos años… —
piensa Andrea mientras recorre rápidamente la galería de fotografías
que lleva a su cubículo. No obstante sus reducidas dimensiones,
éste es muy cómodo, decorado enteramente a su estilo, iluminado
por luz externa con graduación aplicada, lo último en ahorro para
interiores. Allí se siente feliz.
Sobre su escritorio se halla la fotografía del día de su boda.
Luis Alejandro es todo un príncipe azul, un excelente marido. Se
conocieron dos años atrás, ambos deseosos de poner punto final a
su soltería. Decidieron optar por la nueva ley familiar, todo un
éxito desde su instauración hace más de un cuarto de siglo. Forman,
pues, parte de la Generación de familias del Nuevo Régimen
Legal. Se ven 2 veces por semana; los “encuentros personales”
— expresión del nuevo milenio — resultan fabulosos. Los nuevos
matrimonios se instituyen sin las complicaciones de los antiguos,
pero con lo mejor de sus privilegios. Ahora las mujeres no son tan
emocionales como antes. Tienen control sobre sus sentimientos.
Andrea mira una y otra vez la fotografía tridimensional de
su hijo no nacido. Le espera un largo día de trabajo.
En el 2045 todos son simplemente seres humanos con
sueños, aspiraciones e igualdad. La cultura global mantiene las
diferencias físicas entre los sexos a un nivel de aceptabilidad, dado
su papel en el juego de la atracción; pero eso es todo. Cuando las
parejas obtienen la licencia matrimonial, programan sus “encuentros
personales” — para cuándo y por cuánto tiempo. Cuando se
les concede el permiso de paternidad, se verifican sus patrones de
aptitud y se les otorga los pases natales, no más de dos por pareja.
Esta política de familia y natalidad ha resultado un éxito
en Occidente y está siendo adoptada en todo el mundo. Los niños
de la calle han dejado de ser un problema social. Así mismo, las
mujeres carentes de recursos reciben la oportunidad de prepararse
profesionalmente. Como receptoras de material genético, tienen
acceso a todos los cuidados, alimentación, suplementos emocionales
y psíquicos. Se les conoce como Claudias. Las madres de
la nueva era.












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