viernes, 17 de septiembre de 2010

Metrosexual

Desde que renuncié a mi puesto como directora médica de la clínica, mi vida ha sufrido algunos cambios radicales. Me cambié el color y el corte de cabello. Adopté el estilo gótico—ropa negra, labios negros, uñas negras, grueso delineador de ojos…negro. Ya no veo mi colección de las diez temporadas de Friends. En fin, soy otra.


Cuando comencé a trabajar como telefonista de un call center de emergencias, sabía que estaba sobrecalificada, pero desconocía los efectos inmediatos del cambio de oficio en mi vida personal. Me he convertido en un vampiro moderno. Falta de apetito. Fobia a la luz del sol. Parece que lo único que me falta es el ataúd; es como tener un jetlag sin haber dejado de tocar tierra. Yo, toda una fisiatra. Viviendo de noche. Tan alerta de las urgencias absurdas del resto de la gente que no puedo conciliar el sueño por muy cansada que llegue a casa. La que habría sido nuestra. Oigo tantas cosas extrañas. Toco tantas vidas. Resuelvo tantas vainas diferentes. Las personas se meten en los problemas más inverosímiles cada día. Como dice mi papá, “La vida no es una novela”. Y es gente que jamás conoceré. No es normal. No tengo tiempo de estar ni conmigo, pues cuando estoy sola pienso en todo lo que pasé dentro del monótono cubículo de mi oficina. Sólo me acompañan la radio y los extraños en problemas. Hoy tuve que negociar largamente con una mujer que había inventado unas 25 formas —todas muy originales, por cierto— de suicidarse. Tenía cero autoestima. Si por ella hubiera sido se hubiera inyectado botox hasta en las uñas de los pies. Estaba al borde de la anorexia y era hipocondríaca. Mientras conversaba con ella, les enviaba un mensaje de texto a los paramédicos para que acudieran a prevenir que cometiera alguna locura. La pobre mujer tiene diez hijos y un marido que está bastante más allá de la línea de la infidelidad. Llegaron justo a tiempo ya que la pobre tipa tenía el Kama Sutra de los suicidios en su botiquín, sin necesidad de violar ni una sola ley sanitaria. No es por nada, pero salvé otra vida. Siempre quise salvar vidas.

Hoy decidí caminar a casa. No acostumbro a caminar sola a las tres de la madrugada por esta ciudad. Pero la brisa es irresistible esta noche. El cielo me recuerda aquella creencia egipcia de que las estrellas son huequitos por los cuales se filtra la luz del Paraíso.

No todo es sonambulismo, claro. En las tardes asisto a una clase de Literatura Universal. Todos esos escritores de los grandes clásicos, tenían vicios, abusaban de cualquier cosa. Del café, del opio, del sexo, de la vida y aun así eran geniales. Probablemente por eso eran geniales. Desde luego que estoy muy ocupada.

No tengo tiempo de acordarme de él, ni de que pisoteó mi dignidad, mi alma, ni de que fue un desastre el haberlo conocido. Es como terapéutico y hasta ahora, pareciera estar funcionando. Lo he extirpado de raíz, como a un tumor. Ni siquiera lo recuerdo mucho aunque en su programa de radio nocturno, él siga programando “nuestras canciones”. Al menos las que yo creía que eran nuestras canciones. El hecho de que su turno de locución sea igual al mío en el call center, es mera coincidencia. El hecho de que escuche su programación en la estación KXYW, obedece simplemente a que siempre me gustó, aunque no lo conocía. La gente me advirtió que ni me ilusionara, que los locutores nunca eran guapos. Pues con él se equivocaron. Estaba a otro nivel en la escala de guapura.

Debo admitir que a veces abusa de nuestra sacrosanta One de U2. ¿A quién quiere engañar? Es obvio que entre una y otra cosa quisiera volver a empezar y ser un chico normal, como pretendió serlo cuando nos conocimos, el día que chocó mi carro al pasarse la luz roja. No sabía que destruiría mucho más que mi puerta del conductor.

Apuesto lo que sea a que tiene mi foto en la cabina, como de costumbre, aunque solamente sea como coartada. Más bien, todo lo nuestro fue una coartada. Debería buscar ayuda profesional. Debería pasar largas y costosas horas tendido sobre el diván de un psicoanalista que le explique la verdadera razón de por qué me dejó ir. Allí debió haber confesado sus traumas de niñez, de su juventud en la academia militar, del abusivo de su padre borracho, su madre pusilánime y su incapacidad de comprometerse y amar a una mujer. Quizás necesita medicinas, internamiento o vigilancia. O las tres cosas al mismo tiempo.

¿Cómo diablos fue que terminamos así? Más bien la pregunta sería ¿Cómo fue que llegamos a comenzar este asunto? No es que me guste pensar en la cerveza fría del Fenway Park en medio de un juego de los malditos Red Sox o de los malabaristas de fuego en el Farmer´s Market. Es que todo eso era porque él estaba. Realmente ninguna de esas cosas me interesaba en lo absoluto. Sólo Dios sabe que nunca tuve mucho criterio propio. Más bien nunca me gustó la confrontación. Por eso me salí de la Facultad de Derecho en segundo año. Porque no servía para los debates. No era más que una novia camaleónica.

Hace mucho frío aquí. Estoy temblando.

Ahora estamos escuchando a Nirvana. The man who sold the world. Y digo estamos, pues sé que él la está programando y yo la estoy oyendo. Sabe que la estoy oyendo. Sé que no la programa para mí.

Fue muy difícil convencer a esa mujer de que no se matara. Fue fácil entender sus instrucciones.

Y pensar que un día decidí que no iba a dejar de quererlo. Y entonces me enteré de que en algún lugar del mundo él había dejado de pensar en mí. Habría sido mucho más sencillo de asimilar si la competencia hubiera sido entre otra y yo. Al menos contra una mujer podría haber salido bien librada.

Me hormiguean las piernas.

Ahora está pasando a Air Supply. Lo escucho y pienso que me faltó malicia. “Piensa mal y acertarás” me decía mi amiga Gaby, pero yo no escuchaba razones. Algo en el Agua de Maravilla de Humphrey´s sobre su tocador debió habérmelo advertido. ¿Cómo pude pasar por alto el tema de la depilación, el manicure y esa adoración enfermiza por David Beckham, dizque porque era fan de Inglaterra? Algo en sus exfoliantes Clinique, su crema Eterna 27 para las arrugas y en su habilidad para llamar al color rosado de quince maneras diferentes debió haber disparado los detectores de mi sentido común. Yo que lo creía el más sensible de los hombres de la Tierra. No es bueno que la gente viva en la mentira. ¿Cómo se puede dormir tantas noches junto a un perfecto desconocido?

Dicen que uno nunca se acuesta a dormir sin haber aprendido algo nuevo. Hoy, yo aprendí algo de la mujer a quien ayudé a salvar. Uno de sus métodos suicidas poco ortodoxos. Tan fácil que hubiera sido la clásica de cortarme las venas. Nadie debería vivir dentro de un closet. Veo una luz al final de un largo túnel. ¿Será por causa del té de Shampoo Kerastase de eucalipto con Vick Vaporub?

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